Como bien comentaba Eduardo en su último artículo, hemos disfrutado en la Scala, con una fantástica y vanguardista producción de Salomé cuya escenografía está firmada por Paolo Fantín y con la dirección escénica de Damiano Michieletto.
Y es que para mí, vanguardista no está reñido con el rigor que marque un libreto, aunque hayamos podido comprobar en múltiples ocasiones, las diferentes escenografías chirriantes, que para nada tienen que ver con la idea original del autor. Muchas de ellas no aportan absolutamente nada en relación con la historia que se quiere contar, se limitan a inundar el escenario de elementos superfluos (véase la «Norma» de La fura dels Baus), poniendo en serias dificultades a algunos cantantes, quienes tienen que vérselas y deseárselas para sacar adelante una interpretación notable.
Pero este no fue el caso de la producción que nos aborda.
Toda la acción se desarrolla prácticamente en el mismo escenario. Una escenografía monocromática blanca y negra con un gran efecto y juego de luces para dar lugar a la entrada de diferentes personajes, como las primeras profecías de Jokanaan.
La escena se compone de una caja acuñada con puertas traseras que actuarán a modo de marco para los diferentes cuadros de la obra. En el centro del mismo, se plantea una cisterna subterránea, como si estuviera excavada en el suelo, y una gran boca sobre ella de la que se descolgarán diferentes elementos a lo largo de la acción. (Noto y reflexiono ahora, que quizá el problema de que alguna de las voces no corriera como debería en un teatro de semejantes características, pueda deberse a la existencia de dicha abertura en el techo, actuando a modo de “chimenea” para las voces, que escapan, sin poder rebotar por el resto de la escenografía y terminar proyectándose en la platea.
Para comprender mejor el enredo incestuoso de los personajes principales, las puertas del fondo sirven de telón para la proyección de un árbol genealógico, en el que se nos explica cómo se desarrolló el pasado familiar de Salomé.
Posteriormente a esto se pueden ver representadas escenas familiares de la niñez de Salomé, donde se aprecia cómo es arropada por su padre. Una escenificación interpretada por una versión infantil de la Salomé que desarrollará el resto de la obra, portando la misma peluca negra y con la misma indumentaria, un satinado vestido verde pistacho, el cual aportará el toque de color y distinción sobre el escensario. No será la única vez que veamos a la pequeña Salomé aparecer en escena.
Herodes Filippo I y Herodías, aún siendo tío y sobrina, son padres primigenios de Salomé. Sin embargo, Herodías, tras un ilícito divorcio de Herodes Filippo I, vuelve a casarse con el hermano de éste: Herodes Antipas. Juan Bautista, (Jokanaan) no aprobaba este matrimonio, al que tildaba de incestuoso, ya que, al igual que el divorcio, no es aprobado por la ley judía. Este será el motivo principal de sus profecías.
Jokanaan aparece en escena con un cordero sacrificado en los brazos, clara evidencia del “cordero de Dios” que según él, algún día llegará. En un momento de su aparición emerge del suelo lo que será una tumba, sobre la que se inscribe el nombre de Herodes Filippo, padre de Salomé.
Quedándonos sobre esta escena, podemos ver la aparición de cinco ángeles ciegos, con alas negras. Estos corresponden con la sensación que percibe constantemente Herodes Antipas: Un batir de alas, que deja de manifiesto en varias ocasiones, al igual que la sensación de frío “Es ist kalt hier”, lo que será todo un presagio de mal augurio, atemorizado por las profecías y maldiciones de Jokanaan.
La danza de los siete velos, está protagonizada únicamente por Salomé y una serie de hombres trajeados, quienes la acosarán y perseguirán por el escenario. El número de hombres, es clave. Serán seis los que aparecen sobre el escenario a los que sumando el personaje de Herodes, podemos deducir los 7 abusadores en similitud con los 7 velos que se desprenderían del cuerpo de Salomé.
En dicha escena vuelve la aparición de la pequeña Salomé; un guiño que el autor se permite hacer, para darnos a entender, que realmente los abusos a nuestra protagonista se producen desde bien pequeña, cuando incluso es llevada de la mano de Herodes Antipas hacía lo que sobre el escenario haría las veces de “recámara”.
Para finalizar esta escena de la danza, Salomé termina colocándose un vestido en tafetán plateado terminado en un largo bajo de flecos rojos. Dicho vestido será arrancado de su cuerpo por un cabrestante, elevado y engullido a través el orificio superior del que hablábamos al principio. La intención de esta escena pone de manifiesto el arrebato o la pérdida de virginidad de una joven Salomé, así como el resultado de ser abusada en diversas ocasiones. (Cabe destacar que según el argumento original, no se deja claro si Salomé es abusada por su padrastro, sin embargo son varios los escenógrafos que recurren a esta interpretación para sus adaptaciones)
Posteriormente a esta escena, llega el momento de la recompensa y el premio para Salomé. Como sabéis exigirá la cabeza de Jokanaan; se podría pensar que por capricho, se podría pensar que por traición, o incluso podríamos pensar que en compensación a su madre, Herodías, quien recibe todo tipo de improperios por parte de Juan Bautista. Sin embargo al final de la obra veremos, que la intención, en esta ocasión, era claramente otra.
Herodes intenta disuadir a Salomé de su empeño, ofreciéndole todo tipo de riquezas y artículos exóticos. Llega a desprenderse prácticamente de toda su ropa, como signo de entrega absoluta a los deseos de Salomé. Sin embargo, ésta es firme y contundente en su petición, a lo que Herodes, no tiene más remedio que sucumbir.
Finalmente la cabeza de Jokanaan se presenta de una manera poco habitual en otras representaciones. Ni sobre el cuerpo, ni en bandeja de plata. Su cabeza “aureolada” asciende desde la cisterna, coronada de rayos dorados, totalmente similar a lo que se puede apreciar en el cuadro de Gustave Moreau.
Por otro lado, próximo a la escena final, Salomé encuentra entre las tierras una calavera. Podríamos pensar que sería la cabeza de Juan Bautista, pero ésta ya se nos ha presentado de una forma imponentemente aureolada, por lo que tenemos que pensar nuevamente de quién se puede tratar.
Es el momento final; el autor consigue crear una atmósfera totalmente intrigante, inquietante y maquiavélica. Salomé retira su peluca, mostrando su cabeza ajada y claramente alopécica. (en esta parte podemos crear un sinfín de conjeturas e ideas al respecto). Por fin el culmen de la obra llega con el beso de Salomé a la calavera que porta entre sus manos. Desde el palco, creemos firmemente que está besando la cabeza de su fallecido padre, en lo que será un beso fraternal, y como símbolo de venganza, y honradez hacía su padre. Nuestra protagonista se presenta como una gran sufridora desde su niñez, tranquila ahora y en paz. Finalmente Salomé es ejecutada, arrojándose hacía la cisterna, o la tierra donde podría, quizá, reencontrarse con su padre.
Con todo esto he pretendido daros una interpretación personal de lo que pudimos ver y disfrutar en la Scala, en relación a la escenografía. He podido leer varias críticas en páginas italianas y parece ser que no estábamos nada desencaminados. Cuando realmente te apasiona una historia, como en mi caso Salomé, es fácil poder ver similitudes e interpretaciones en lo que tenemos ante nuestros ojos.
Espero que podáis haceros una idea, así como que podáis disfrutarla en algún momento de vuestras visitas operísticas. En próximos artículos, Anita nos hará una crónica sobre sus impresiones con la obra, y su vivencia en la Scala. ¡No os la perdáis!
Y como colofón y un pequeño regalo, os dejo un video resumen que podéis encontrar en youtube, y que trasteando un poco más os descubrirá algunas de las partes que componen la obra. Disfrutadla y ¡hasta pronto!
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Excelente artículo, muchas gracias! Me quedo ahora con ganas de verla de nuevo partiendo de esta clarificación, así podría disfrutarla aún más si cabe.