Hay personas que cantan sin saber muy bien porqué, y sin preguntarse mucho más al respecto.
Hay personas que necesitan cantar y lo saben.
Hay personas a las que les gustaría cantar, pero…
Hay personas que “casi” no cantan.
No sé si hay personas a las que no les gusta cantar.
Si las hay, no sé si saben bien por qué no les gusta cantar.
Hay personas que no pueden emitir sonido vocal suficiente como para poder cantar, pero estoy seguro que cantan de pensamiento.
Cantar bien es bueno, es sanador y observar cómo cantamos y para qué, también es bueno.
Si cantamos mucho y bien, nos aportará bienestar.
Si cantamos mucho o poco, pero mal, enfermaremos.
Además de cantar bien, pensar en ello y saber qué nos aporta, es importante.
Nos dará la posibilidad de ahondar todavía más en la actividad de manera sana.
Hay ocasiones en las que se canta de manera correcta, técnicamente hablando, pero psicológicamente no se tiene claro lo que en realidad nos está suponiendo.
Esto, en la búsqueda de la profesionalidad, se suele dar con frecuencia.
A la hora de querer cantar correctamente, poner una buena base en la actividad, de la manera más humilde posible, siempre nos ayudará a crecer en ella y, sobre todo, a no estar engañados.
De ahí en adelante podremos observar el crecimiento y lo que nos va aportando.
Podremos observar cómo nos afecta y cómo puede continuar formando parte de nuestra vida diaria de una manera saludable.
No importa por qué camino lleguemos a ser conscientes de nuestra voz, lo importante es serlo.
Para toda persona que tiene voz, ésta forma parte de una manera tan profunda e inconsciente de esa persona que, en circunstancias normales, difícilmente se repara en ella.
Cuando no somos capaces de reparar mínimamente en algo que utilizamos tanto en cada momento de nuestra vida, es muy probable que la utilización de ello no sea lo más adecuada posible, con lo que esto conlleva.