Me da la impresión que el afán por complicar las cosas es algo natural en el ser humano.
La palabra complicar y la palabra natural no me parece que debieran estar tan directamente relacionadas.
Por desgracia, en la idea que se tiene de cantar bien y de cómo aprender a cantar bien, siento decir, que predomina absurdamente la idea de que tiene que ser complicado.
Aprender a cantar, y cantar bien, no es difícil.
Aprender a cantar mal, y cantar mal, sí.
Tanto hablar, declamar o cantar, debe de ser fácil para la persona y si no es así, es que no se está haciendo bien.
Es evidente que cada actividad tiene sus niveles y a ellos debemos ceñirnos, en otras palabras, debemos saber dónde estamos y lo que queremos y podemos obtener en cada momento.
Algunas veces tengo la impresión que hacer las cosas fácilmente genera desconfianza y complicarlas, genera una extraña confianza.
Esa extraña confianza suele ser producto de un engaño.
Llamar a las cosas por su nombre suele ayudar a aclararnos dónde estamos y con quién.
Si te explican las cosas de manera sencilla, las entenderás y si no, no las entenderás, aunque te quieran convencer de lo contrario.
Por muy complicado que sea lo que te tienen que explicar, si quien te lo tiene que explicar lo domina, te lo explicará de manera sencilla.
De lo contrario, le darán muchas vueltas, le pondrán muchos “apellidos” si es posible en inglés, y así parece que quedan muy bien, tú no te enterarás de casi nada o más bien de nada, incluso sabiendo mucho inglés.
En el canto, la docencia teórica tiene su apartado, y es importante, como en todo, pero es la práctica, apoyada con una teórica sencilla, la que tiene que demostrar un resultado.
Por desgracia vender humo es fácil en un principio, luego no lleva a ninguna parte, sólo a que el alumno pierda tiempo, dinero y, sobre todo, en la mayoría de los casos, LA SALUD