En verdad que a veces pienso que no sé qué es peor, si no tener las herramientas o tenerlas y no saberlas utilizar.
También pienso a veces, que no tener las herramientas nos lleva a buscarlas y con ello apreciarlas y aprender a utilizarlas de una manera más consciente.
Tenerlas por añadidura en muchas ocasiones nos implica no apreciarlas en la manera debida y con ello no aprender nunca a utilizarlas de la manera más adecuada.
He tenido que escuchar un audio de los que nos suelen enviar para analizar, la persona no es ningún alumno, es un profesional cantando una obra perteneciente a un musical del que se nos pide una opinión.
La persona tiene unas condiciones vocales “de natura” muy buenas y una utilización de ellas, muy mala.
Prácticamente se queda la interpretación en una demostración de facultades vocales, dentro del género que estaba interpretando, que tampoco era demasiado exigente, aunque hay que decir que tiene facultades para abarcar géneros más complicados.
Musicalidad, como se decía en la mili, se le supone… porque por lo que muestra… nada de nada por ningún lado.
Y desde luego, que una persona con estas facultades no te diga nada de nada cantando… me parece bastante más complicado que lo contrario.
Si la cabeza no manda, “anteponemos el carro a los bueyes” y el resultado es el que es, muy posiblemente para un número circense ni tan mal, pero para un número musical, nada de nada.
En un número musical se trata de hacer música con la voz, el resto es para otra actividad.
CABEZA, CORAZÓN Y VOZ.
En verdad que, si alguien que comienza a cantar, alguien que ha terminado su preparación o alguien que ya es profesional, no entiende el orden a la hora de utilizar estas palabras que repito, CABEZA, CORAZÓN Y VOZ en relación a cantar, debería replantearse la manera en que está desarrollando dicha actividad, tanto para su propio bien como para el de los demás.