Hace unos días, en mi paseo matutino me encontré con una persona descargando cajas de una furgoneta.
Tenía un carro para cargar y estaba llenando dicho carro con cajas. Por lo que le costaba mover las cajas, estas no tenían gran peso, también pudiera ser que el fuera muy fuerte, pero no daba esa impresión.
Bien, como decía, el carro estaba puesto en el suelo y evidentemente la puerta de la furgoneta desde donde recogía las cajas, estaba más alta.
La primera caja a coger y dejar en el carro podría estar a unos 40 o 50 cm más alta que la base del carro donde debía dejarla, esta persona fácilmente la dejo caer, y desde luego así cayo, “a plomo”, de lo de dentro…
La segunda caja tenía menos espacio a recorrer, aun y así, también la dejo caer.
La tercera caja estaba a la altura de la puerta y en esta ocasión no la dejo caer, la elevó un poquito, y la tiró con las otras.
Yo quiero entender que este señor, ni tenía ni quería tener idea del contenido de las cajas y mucho menos del destinatario.
Bien pues a la hora de cantar también suceden cosas parecidas, nos dejamos caer las notas, o las tiramos y verdaderamente no somos conscientes de lo que son esas notas, de su función, de lo que conllevan y menos de su destinatario.
Posar las cajas en el carro o posar las notas en su lugar correspondiente, no es dejarlas caer o tirarlas.
«Posar» las notas en su lugar es construir una línea de canto y facilitar la escucha de esta a cualquier persona.
No estamos hablando de gustos, estamos hablando de hacer llegar un sonido de la manera más fácil y sana posible a otra persona, hacer llegar algo de la mejor manera posible tanto para quien lo tiene que hacer llegar como para quien lo va a recibir, ALGO QUE QUEREMOS QUE LLEGUE Y QUE NOS LLEGUE.