Es raro que alguien no cante, ni tan siquiera, en el sentido más laxo que entendemos por cantar.
He visto y continúo viendo tantas veces, el cambió psicológico y también físico, para bien, que puede producir en una persona cantar que, en verdad, cuando alguien no canta, no canta nada, ni tan siquiera cuando está sola, es porqué hay algún problema de cualquier índole.
Siempre he dicho que la actividad de cantar la debemos enfocar como una actividad de crecimiento personal en todos los sentidos.
La actividad física que entraña esta disciplina, desde la que parte la formación del sonido, tiene la capacidad de producirnos un crecimiento psicológico ilimitado.
Esa maravillosa relación que se da al cantar entre lo físico y lo psicológico es un auténtico tesoro.
Es evidente que, en primer lugar, se debería realizar de manera correcta la ejercitación física, para así no obtener un resultado contrario al mencionado, que también podría darse.
Aun y así, me atrevo a decir, que es primordialmente el factor psicológico el que invita primeramente a cantar, e invita a hacerlo dentro de las posibilidades físicas que tenemos en un principio. Estas cualidades físicas, no tenemos por qué haberlas desarrollado de manera intencionada para poder cantar, simplemente, con no forzar, estaríamos utilizando correctamente la ejercitación física.
Vamos poco a poco adecuando esas necesidades físicas a las psicológicas y a ese resultado que es la voz.
Esa necesidad de cantar conlleva la búsqueda de un bienestar psicológico que nos hace tener un bienestar físico, de esto en un principio, no nos damos cuenta, pero es así.
La creación de sonido para cantar es un ejercicio físico exigente y reconstituyente, siempre que no sobrepasemos los límites adecuados.
Cantar nos forma psicológica y físicamente, nos proporciona un enorme conocimiento de nuestro cuerpo y una gran ayuda para nuestro día a día durante toda la vida.