Hoy que estoy de vacaciones, he aprovechado para ir al mercado, al mercado de abastos de la ciudad, que hay bullicio de voces y me he puesto a la espera en un puesto para comprar.
En el puesto había unos seis dependiente/as y es muy curioso, porque el mostrador es muy grande y tiene la mercancía dentro, con lo cual desde donde están los dependientes/as a donde está el cliente puede haber más de metro y medio si no, dos metros y a diferente altura uno y otros con lo cual la comunicación entre empleado y cliente no es fácil.
Toca pedir, el cliente trata de acercarse y el empleado también y la comunicación es mala y sería peor si no fuera por el esfuerzo y la experiencia de los empleados.
Casi todos los empleados tienen dificultad para comunicarse con el cliente y como decía, se tienen que inclinar constantemente con el desgaste físico que eso conlleva, excepto una empleada que emite su voz en su lugar de resonancia, por lo menos para la tesitura en que tiene que hablar y que curioso, que es la que más fresca está, la que más bromas gasta con los clientes y a la que todo el mundo entiende y que en verdad es un gusto que te atienda.
Y es evidente que no es de las más jóvenes.
Se le ve desahogada, dicharachera y lo hace todo mucho más llevadero.
Y es que es evidente, que se necesita tener una comunicación fluida y más con el cliente y en unas condiciones complicadas como son las de este lugar de trabajo.
Ella ofrece el género maravillosamente, habla de forma entrañable con la persona a la que atiende y aunque el cliente habla de manera poco entendible, solo tiene que hacer el movimiento de agacharse hacia él, una sola vez, cuando habla el cliente, cuando habla ella no tiene que agacharse para nada hacia el cliente, se le oye maravillosamente y sin esfuerzo.
Qué lista y cómo lo agradecen, tanto los clientes, como seguramente, su cuerpo también.