En artículos anteriores hemos mencionado la típica frase de “esa no es tu voz”, que se le suele decir a alguien que comienza a emitir su verdadera voz y que evidentemente es desconocida para la propia persona y más para los que están acostumbrados a oír otra voz, que no era la que debía de ser.
Por muchas razones, viciamos la emisión de nuestra voz y creamos una voz defectuosa.
Como la utilizamos constantemente, la hacemos nuestra, tanto para nosotros, como para los demás.
Cuando comenzamos a realizar otra actividad, también relacionada con la voz y empezamos a observar que podemos hacer otro tipo de voz, que a su vez nos permite tener más registro de sonidos y realizar ciertas cosas que con la de siempre no podemos… nos resulta como poco “raro”.
Y raros es como nos sentimos al emitir un sonido que no hemos hecho nunca, pero que quien nos escucha y sabe lo que escucha, nos dice que está bien.
Quien no sabe lo que escucha, aunque le parezca bonito el sonido, suele decir el: “ya, pero esa no es tu voz”.
Respuesta esta que está a caballo entre, envidia, ignorancia, extrañeza… y más calificativos que creo que no vienen al caso.
Con la nueva actividad vocal de la persona, se empiezan a poner de manifiesto los errores que se cometen en la voz hablada y que sin tener que ser así, han pasado a formar parte de nosotros, pero para mal.
Cuando más nos damos cuenta de ello, es cuando estos errores en nuestra voz, nos provocan una afección.
Nunca es tarde si el final es bueno, pero cuanto mejor sería no tener que esperar a tener una afección para solucionar estos errores de fonación.
Tener problemas en la voz, no es “guay”, como a veces se suele decir cuando se tiene la voz “rota”.