Sin olvidarnos nunca de dónde venimos, os recuerdo que, en el final del artículo anterior, decíamos, más o menos, que para tener facilidad en hacer llegar un mensaje a un receptor, hay que tener antes, la facilidad necesaria para emitir dicho mensaje.
También recordando el comienzo del anterior artículo, comentábamos que la transmisión y después la recepción de un mensaje, tiene mucho que ver con una adecuada clasificación vocal.
Si debemos transmitir un mensaje en una obra que nos lleva “con la lengua fuera”, debido esto en gran medida, a que no estamos en nuestra tesitura, evidentemente, con esta premisa, facilidad de transmisión no vamos a tener, con lo cual la recepción del mensaje, tampoco va a ser fácil por parte del receptor.
Si esto lo trasladamos tanto a la declamación como al habla coloquial, nos sucederá lo mismo.
Cuando una persona habla o declama, fuera del registro que le corresponde, tiene múltiples problemas de expresión y con ello también, muchos problemas para hacer llegar de manera correcta el mensaje al receptor.
Como podréis advertir, de todo lo anterior se derivan varios problemas.
Si ya es grave el problema de no poder transmitir bien un mensaje, no menos grave es la dolencia física que puede crear esta carencia de base para poder cantar, hablar o declamar correctamente.
Todo ello es claramente solucionable y lo normal es que una persona pueda cantar hablar o declamar correctamente y con ello comunicarse de manera fácil con los demás.
Lo anormal es hacernos daño intentando expresarnos y tener mermada nuestra capacidad de transmitir nuestro mensaje, con lo que ello puede dificultar la relación con los demás.
Con todo lo mencionado en estos artículos, ni tan siquiera hemos comenzado a hablar del concepto que lleva el mensaje, sólo hemos hablado, por decirlo de una manera, del vehículo que lleva y que hace llegar dicho concepto.