Hay personas que tenemos necesidad de cantar y también de escuchar cantar.
Hay personas que tienen necesidad de cantar y “obligación” de hacerlo, para que los podamos escuchar.
No son pocos los profesionales a los que se les tuvo que decir, cuando comenzaban, que tenían esa “obligación” para con los demás.
Tenían la “obligación” de hacernos disfrutar con su voz.
También tienen esta misma “obligación”, las personas que no son profesionales, ni tienen por qué serlo, para poder hacernos disfrutar con su voz.
La exploración personal en la que nos sumergimos si queremos conocer bien nuestra voz, nos hará cambiar para bien, ciertos valores y formas de actuar en nosotros.
Siempre he dicho que hay un valor fundamental en el aprendizaje del canto, este es la humildad.
Humildad toda y más, pero soberbias, NINGUNA.
Conozco a tanta gente a la que la voz ha puesto en su sitio y a tanta a la que le pondrá, que no acabaría nunca de nombrar.
Lejos de entrar en que nuestra propia voz nos tenga que dar una lección, ante una soberbia absurda, dejemos que nos dé continuamente una lección de humildad y seamos capaces de trasmitir esta.
La voz no entiende de soberbias ni de mentiras, es un auténtico espejo donde nos podemos mirar cada día y mejorar.
Es un auténtico espejo de nuestro interior y aprender a interpretar lo que nos dice e incluso lo que nos dice de los demás, es maravilloso.
Casi todos tenemos una voz donde mirarnos y casi todos tenemos la oportunidad de poder mirar las voces de los demás.
Nuestra voz nos puede enseñar infinidad de cosas buenas y las de los demás también.
Aprovechémoslo.
Si cantásemos más y mejor, no me cabe la menor duda, de que este mundo sería muy diferente para todos y lo sería para mejor.