Está claro que, teniendo a Beethoven y a Mozart como vecinos, a uno le da un poco de reparo cantar en casa, es lógico y normal.
Teniendo a tan eminentes personajes al frente de sus poderosas orquestas compuestas por aspiradoras que, por lo que suenan, bien pudieran parecer auténticos cazas supersónicos de las fuerzas aéreas despegando.
Lavadoras andantes que parece que están recorriendo la cocina o donde estén, con un estruendo y unas vibraciones cual timbales orquestales.
Con robots eléctricos que nos pueden hacer todo tipo de “melodías ruidosas” a cuál más.
Con campanas “extractoras” que en la posición menos potente ensordecen a unos cuantos instrumentos a la vez.
Y con una parte vocal, que son ese dúo de cónyuges chillando cual si estuvieran interpretando Otelo salvajemente.
Como coros esos angelicales niños y niñas chillando al unísono.
Y por si fuera poco la tv a todo volumen, más que nada para acompañar, de “compañía”, nunca mejor dicho y como colofón, otro “corito muy majo” festejando el gol de turno.
De todo esto ni me estoy inventando nada, ni exagero lo más mínimo, a vivencias me remito.
Pues bien, después de todo este concierto, el cual solemos estoicamente soportar más de lo que debiéramos, más que nada por convivencia, se suele decir, resulta que molesta la persona que canta o toca otro instrumento a la hora que debe y con las condiciones acústicas adecuadas, y si no tiene todas las condiciones adecuadas, tampoco las tienen las demás actividades que también debieran tenerlas.
Para realizar una actividad musical en casa hay que guardar unas normas, Y ME PARECE MUY BIEN, PERO PARA LAS DEMÁS ACTIVIDADES, TAMBIÉN.
Como decía al principio, con un elenco así, como vecinos, es difícil no sentirse raro cuando uno intenta cantar o interpretar otro instrumento en casa, más que nada por incomprensión.
La famosa queja de que “es que siempre repite lo mismo” … pues claro porque está aprendiendo, pero los “aprendidos ya” son los mismos que siempre discuten a voces, y son los mismos “aprendidos ya” los que festejan a voz en grito el gol de su equipo como si estuvieran en un estadio, son los mismos que siempre repiten lo mismo y eso que “ya han nacido enseñados”.
SOMOS MUY POCO EXIGENTES CON EL RUIDO Y MUCHO CON EL SONIDO.
Pero, a fin de cuentas, es lógico puesto que no somos muy capaces de distinguir bien entre ellos.