De cara al comienzo de curso, debemos saber bien dónde llevamos a los pequeños que quieren empezar, o dónde vamos, si somos adultos.
El comienzo es la base de todo y no por ser pequeños ni por empezar una disciplina, debemos ser víctimas de cualquier docente con pocos conocimientos.
Todo lo contrario, en los comienzos es donde debemos exigir docencia de quien más experiencia y sabiduría tenga sobre la materia.
Las buenas bases que se pongan en el principio de la disciplina, serán las que hagan o no crecer al alumno en su trabajo y las que no le producirán ningún tipo de daños.
Por desgracia no es lo que suele suceder y es un completo error.
Si hablamos de niños, éstos son muy buenos asimilando la información, pero para lo bueno y para lo malo, sus cuerpos se están formando y si no hacemos las cosas bien, les podemos hacer daño con mucha facilidad.
En cuanto a los adultos, un mal comienzo es desilusión y una muy mala impresión de lo que es en sí la disciplina elegida, además de los consiguientes daños físicos que se les pueden ocasionar.
En todo, el comienzo es la base y hay que prestarle la mayor atención posible; pensar lo contrario, es un gran error y además es peligroso.
En relación a los niños, en muchas ocasiones, con llevarlos a un centro que creemos acreditado, ya nos relajamos y pensamos que los niños nos van a decir lo que ocurre, para bien o para mal, algo muy improbable, puesto que ni ellos mismos lo saben, hasta que no es muy, muy evidente.
Es conveniente hacer un seguimiento, estar encima comprobando cómo funciona la actividad y que nos demuestren, por ejemplo y entre otras cosas, con frecuentes audiciones, los progresos de los alumnos.
Y en cuanto a la relación docente-alumno, en mi opinión, hay siempre que comprobar que se crece y se avanza, eso en el repertorio y en el día a día es fácil comprobarlo, además de con una buena frecuencia de las mencionadas audiciones.
A estar muy atentos en los comienzos.