Cuando pensamos en cantar como una actividad a realizar de manera periódica, ¿con cuántas culpas ajenas cargamos?
Hasta en la ducha a veces no canto por culpa del vecino o la vecina. Vecino o vecina que las arman buenas día sí y día también.
En realidad, me importa lo que puedo molestar a la vecindad con mi volumen sonoro cantando o me importa el qué dirán de cómo canto, vamos, que me da vergüenza que me oigan.
Por el volumen sonoro no deberíamos preocuparnos tanto, puesto que seguramente hacemos actividades más sonoras y molestas que lo que pudiéramos molestar cantando.
Para qué engañarnos, en la mayoría de las ocasiones nos da vergüenza que nos oigan y el qué dirán.
Porque claro, los vecin@s, son expertos cantantes que nos enjuiciarán severamente.
Expertos cantantes o entendidos de la voz, no sé si serán, pero juzgadores ignorantes, en la mayoría de los casos, sí.
Con lo cual nos auto-convencemos y dejamos de cantar en casa, (cosa que se puede hacer en determinadas horas del día y a determinado volumen, como cualquier otra actividad sonora), debido a que no queremos molestar a los vecinos.
¡¡¡NOOOOOOOO!!! Normalmente dejo de cantar en casa porque me da vergüenza que me oigan, esa es la triste realidad en la mayoría de los casos.
Pasaremos a analizar en el artículo siguiente la cantidad de vecinos que tenemos que creen ser Mozart o Beethoven y por lo cual nos atemoriza tanto cantar en casa.
La vecindad es una de las muchas culpas ajenas con las que cargamos injustamente a la hora de cantar.
¿Sentimos culpa alguna por tener la tv muy alta y festejar un gol a pleno pulmón, en la misma casa donde tanto nos preocupa el volumen que producimos al cantar?
¡¡¡NOOOOO!!! Esto el vecino lo entenderá perfectamente y yo no sentiré vergüenza alguna, a pesar de haber chillado con todas mis fuerzas festejando el gol de mi equipo… y ojo, que futbol hay día sí y día también, lo mismo que los festejos de dicha actividad.
Así somos y así nos comportamos…. la vara de medir es tan diferente dependiendo del caso…