Correr y correr para no llegar

De los primeros errores en la declamación, es el de ir muy deprisa, cada vez más.
Queremos terminar lo antes posible, no estamos cómodos y esto de terminar lo antes posible es el objetivo y una urgencia.
¿Como terminaremos? Pues mal, ¿cómo vamos a terminar?
Si de entrada tenemos algún problema que otro en la declamación que tenemos que realizar y lo que hacemos es comenzar a correr, pues los problemas crecerán.
Desde no entenderse la mayoría de lo que estamos declamando, hasta tener que parar y dar una imagen… no muy buena.
Y si esto ocurre cuando nos han pillado por sorpresa y tenemos que salir del paso, pues algo hay justificable, aunque no mucho, pero, de todas formas, quedaremos mal.
Pero si es algo que debíamos tener preparado y nos tenemos que parar o no se nos entiende etc.…, pues vaya fracaso.
Imaginemos una ponencia en un entorno laboral, quedaremos como si no supiéramos bien de lo que estamos hablando y en realidad sí que lo sabemos, pero vocalmente no lo sabemos explicar.
Y esta manera de explicar que nos puede dar muchas ventajas, se nos empieza a volver en contra y en lugar de sumarnos puntos, nos los resta.
Y casi seguro, que lo primero que haremos mal, es empezar a correr al hablar o declamar en este caso.
Cuantos más problemas tengamos, más despacio tendremos que ir, siempre en su justa medida, y de esta manera nuestro cerebro tendrá más tiempo para poder reaccionar, al igual que nuestro aparato fonador para poder adaptarse a las órdenes del cerebro.
Declamar correctamente no es ponerse en “modo de encefalograma plano” sin enterarse muy bien de lo que estamos haciendo, y correr y correr mal leyendo.
Es entre otras cosas, racionalizar lo que estamos diciendo, es poder estar pensando, evaluando, y entendiendo lo que estamos declamando, todo ello pensando en el beneficio de los receptores de nuestra declamación.
No hay comentarios