En el periodo de vacaciones he aprovechado para hacer limpia y puesta en orden de partituras, caos, locura y sorpresas múltiples.
Tengo muchos recuerdos entre las partituras, tanto míos como de alumnos y profesores.
Pero, sobre todo, me continúa llamando la atención, cuánta escritura en ellas, cuántos apuntes y es que siempre les digo a los alumnos, que hay que apuntarlo todo, para que lo podamos ver claramente cuando estamos cantando y lo tengamos en cuenta.
También tengo algunas partituras que me devolvían los pianistas acompañantes y es muy bonito ver lo que apuntaban de mí, prácticamente lo sabían todo, donde iba bien, donde iba más justo, donde había algún problema con el acompañamiento, bien en ritmo o en entonación; he trabajado con muy buenos pianistas acompañantes y estoy muy orgulloso de haber aprendido muchísimo con ellos.
Ya sé que lo digo siempre y lo continuaré diciendo, el cantante no es un instrumentista solista, necesita de acompañamiento y es bonito tener una buena relación con los demás instrumentistas y respetarnos mutuamente.
Una partitura nos dice muchas cosas y en muchas ocasiones tenemos que marcarnos con nuestras propias indicaciones lo que significa, y hacer de la partitura algo más nuestro, más fácilmente identificable en cualquier momento.
La obra tiene una escritura con dificultades diferentes para cada persona, al igual que las pautas respiratorias, la dinámica, etc.
Tenemos que señalarnos todo lo que nos beneficie la interpretación de la obra y así también, cuando hace un tiempo que no hacemos dicha obra y la volvemos a interpretar, podemos observar la forma en que la hacíamos.
En muchas ocasiones, al retomar una obra, vemos cómo lo hacíamos y lo que nos pide ahora la voz hacer, o más bien, lo que podemos hacer ahora, que antes no podíamos.
Es bueno dejar claro en la partitura, nuestra forma de interpretarla.