No conozco a nadie que no haya cantado nunca y si lo hay no me creo que no tenga un problema, uno como mínimo.
Como he dicho en muchas ocasiones, cantar conlleva ejercitar la ejecución de actos naturales que llevamos desde nuestro nacimiento, por lo menos, sino antes.
Cuando comenzaba a impartir clase, hace ya bastante años, tuve la fortuna de impartir clase a una jovencita que en el transcurso de los años en que venía a clases se quedó embarazada.
Asistía a clase de forma rutinaria y hasta muy cerca de la fecha de dar a luz.
Pasado un tiempo, del nacimiento de su hija, me contó algo muy curioso, que ya había oído en otras ocasiones, pero que no había vivido tan de cerca como en este caso.
Su hija era bastante «trasto» muy inquieta y no paraba, excepto cuanto le oía cantar a su madre o escuchaba cantar en un reproductor. Allí donde estaba correteando paraba al momento para escuchar algo que le era tremendamente conocido.
Su madre desde el parto no había vuelto a cantar, al menos con la frecuencia e intensidad con que lo hacía hasta poco antes del nacimiento de su hija.
El acto de cantar es algo muy natural e íntimo, tan íntimo que genera no pocos reparos y pudores, sobre todo cantar ante alguien.
Pero tener tantos reparos y pudores a cantar estando uno solo… eso no es ni normal ni sano ¡hay que hacérselo ver!
Si que es cierto que si de tanto dar la «lata» como doy para que todo el mundo cante, alguna persona que no podía cantar se atreve a dar el paso e intentarlo, le pido que comience ante alguien que pueda entender y aprecie lo costoso que puede ser dar este paso para algunas personas, y así se le pueda ayudar en todo cuanto necesite.