En artículos anteriores sobre declamación, hablábamos de la importancia de los finales de las frases.
Sobre todo, la incidencia que ciertas personas tienen a terminar las frases hacia arriba, haciendo de ello un estribillo, digamos las hacen “cantarinas” o con “soniquete”.
Dijimos que normalmente, la frase termina hacia abajo, pero no todas, evidentemente, hay frases que por diferentes motivos tienen que terminar hacia arriba, hablaremos más detenidamente de esta diferencia de terminación en una frase, más adelante.
Ahora queremos hablar sobre otra cosa relacionada con el final de una frase.
El que una frase termine hacia abajo, no significa que tengamos que abandonar su sonido y este termine en el cuello, con lo que eso conlleva.
Si nos sucede esto, lo primero que pasará, es lo antes mencionado, el sonido irá al cuello y con ello el siguiente principio de frase ya estará más bajo de lo que debiera y con muchas probabilidades de que también esté en el cuello.
Comenzamos a bajar de posición en todos los comienzos y finales de la frase, con lo que la parte central de esta, tampoco podrá estar muy arriba.
Todo irá hacia abajo, entrando en una tesitura que no es la nuestra y comenzado a dañarnos.
Produciremos a su vez un sonido áfono y flemoso.
Nos oiremos mucho, pero nos oirán poco, aparecerá la sequedad, la tos y de esta manera una y otra vez, terminaremos con una afección.
Que un final de frase, esté bien hacerlo hacia abajo, no significa que lo dejemos abandonado, que lo dejemos caer.
Esta zona más grave, tiene que tener brillo y debemos estar cómodos en ella a la vez que tenemos que conseguir al producirla, que se nos entienda correctamente.
Con ello el comienzo de la siguiente frase, continuará estando brillante y el resto de la frase también y no sufriremos ningún daño durante todo el tiempo que estemos ejercitando nuestra voz.