Hoy en Anacrónica, vuelvo a compartir con todos vosotros una experiencia personal. Quiero compartir mi experiencia con la declamación.
Declamar tal y como lo define la RAE es: “Recitar la prosa o el verso con entonación, ademanes y gestos adecuados.”
Esta experiencia la dividiré en dos vertientes: la poética y la teatral
En definitiva verso y prosa, porque no he hecho ninguna obra de teatro en verso, que pertenecería a las dos.
En el próximo artículo os contaré la vertiente teatral y hoy comenzaremos por la vertiente poética.
La empecé cuando era una niña, tuve la oportunidad de hacer un curso que nos acercó a la poesía y a la declamación, fue una suerte que lo impartiera la actriz Mª Jesús Lara, que entonces, entre otras cosas, era conocida por Borda, su papel en la serie “Cañas y barro”.
Con ella trabajamos poesías clásicas y modernas, fue muy interesante y enriquecedor, recitamos las poesías, conocíamos obras y autores nuevos para la mayoría de nosotros, pero todas ellas las trabajamos en profundidad, analizando y desgranando cada palabra y cada frase. Pude ver las dificultades que entrañaba y me pareció que era un mundo muy apasionante, a la par que lleno de emociones que intentar sentir y transmitir.
Al final del curso compartimos nuestro trabajo con el público, en esa ocasión recité el poema “Soneto de amor” de Rafael Duyos.
Unos años después representé al final de curso “Volverán las oscuras golondrinas” de Gustavo Adolfo Becquer, intentando aplicar sobre todo lo que había aprendido para desgranar el contenido de una poesía y su mensaje.
Años más tarde fue un privilegio aprender con Elías Romano, profesor muy didáctico y apasionado de la declamación, trabajé nuevas poesías sobre todo a través de una nueva dimensión desde la que él las veía. Su guía y buen hacer fue muy importante también para seguir aprendiendo nuevas cosas.
Ya por aquel entonces había comenzado las clases con Eduardo orientadas sobre todo a mi voz hablada, como ya os comenté, dichas clases me han ayudado y me siguen ayudando para aprender a conocer mi voz y lo que puedo hacer con ella.
Con él empecé a declamar con mayor naturalidad y mi forma de interpretar evolucionó. Más tarde dimos un paso muy importante para mí, incorporamos el acompañamiento musical compuesto por Eduardo para las poesías y textos declamados. Me parece que es una simbiosis estupenda y me resulta muy reconfortante declamar así, porque cuando recito sin música la echo mucho de menos, es como si estuviera coja.
La música me resulta como una alfombra sobre la que voy caminando con mi voz y mi interpretación, me marca el ritmo y la intensidad, con todo eso me resulta más fácil dar el sentido que quiero a las palabras y creo que lo voy consiguiendo.
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